En el
ámbito de las disciplinas humanas y sociales identificar el concepto de
“conocimiento
científico” nunca ha sido un asunto sencillo ya que previamente el
sujeto se
debería decantar por un modelo de ciencia basado en la “explicación causal”
siguiendo
la tradición galileana frente a otro de inspiración aristotélica que se orienta
a “dar
razón a los hechos” (explicación teleológica). Lógicamente los enfoques y
planteamientos
que conllevan ambas tradiciones científicas son muy distintos y han
generado
constantes polémicas –la mayoría aún no resueltas– que han determinado
que la
epistemología de las ciencias humanas y sociales haya constituido una de
las
cuestiones filosóficas más controvertidas durante las últimas décadas.
No
obstante, aportaciones relativamente recientes –especialmente la de Hesse
(1980)–
plantean que los problemas epistemológicos de las ciencias de la naturaleza
como de
las llamadas ciencias humanas y sociales son muy semejantes ya que ni los
datos
pueden ser separados de la teoría ni los hechos pueden ser reconstruidos al
margen de
su
interpretación.
De ahí
que, aunque la explicación galileana de la ciencia haya sido
considerada
habitualmente como mas solvente que la aristotélica, durante los últimos
años la
prevalencia epistemológica de las llamadas ciencias de la naturaleza no se
sostiene
ni desde el punto de vista teórico ni metodológico ya que también este tipo
Por ello,
cuando hablamos de pedagogía empírica, debemos asumir que “no todo
vale” y
que lo verdaderamente importante y necesario son los criterios de racionalidad
científica
que utilizamos en cada caso concreto para conocer y analizar los fenómenos
y hechos
educativos que nos permiten “pasar de las opiniones a las certezas”. Tenemos la
obligación de especificar las bases conceptuales teóricas y metodológicas que
justifican
el tipo de investigación por la que optamos en cada momento para “conocer” los
fenómenos educativos ya que, de lo contrario, no se podría evitar la crítica ya
formulada
por Binet a comienzos del siglo pasado –“en pedagogía se ha dicho todo,
pero nada
se ha probado– y estaríamos negando el papel que ejerce la “ideología del
investigador”
a la hora de elegir una opción epistemológica.
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